30.8.06

Brokeback Mountain

-¿Has estado en México, Jack? -como México no había nada. Eso había oído decir. Con esto Ennis estaba cortando la alambrada y arriesgándose a que le pegaran un tiro por traspasar el límite establecido. -Pues sí, qué coño, he estado en México. ¿Algún problema? -tantos años preparado para un ataque que llegaba tarde y a destiempo. -Tenía que decírtelo alguna vez, Jack, y va en serio. Lo que no sé -dijo Ennis-, todas esas cosas que no sé, podrían costarte la vida si llegara a enterarme de ellas. -¿Y a ti qué te parece esto? -replicó Jack-, sólo te lo voy a decir una vez. ¿Quieres que te diga una cosa?, podríamos haber vivido muy bien juntos, cojonudamente bien. Pero tú no quisiste, Ennis, así que ahora nos queda la montaña Brokeback. Todo se basa en eso. Es todo lo que tenemos, tío, ésa es la puta verdad, y espero que te enteres de una vez por todas aunque nunca te enteres de lo demás. Cuenta las veces que nos hemos visto en estos malditos veinte años. Mide la correa con la que me tienes atado muy corto, y luego pregúntame sobre México, y luego dime que me vas a matar por necesitar algo que casi nunca me das. No tienes ni puta idea de lo mal que se pasa. Yo no soy como tú. No me bastan un par de polvos de alta montaña una o dos veces al año. Me tienes destrozado, Ennis, hijo de la gran puta. Ojalá supiera cómo dejarte. Todo lo que no se habían dicho durante años y ya no se podían decir, confesiones, declaraciones, vergüenzas, culpas, miedos, se alzó entre ellos como enormes nubes de vapor de un manantial de aguas termales en invierno. Ennis se quedó como si le hubieran atravesado el corazón de un tiro, el rostro grisáceo y con las arrugas muy marcadas, una mueca en los labios, los párpados atornillados, los puños apretados, las piernas cediendo, cayó de rodillas en el suelo. -Dios -dijo Jack-. ¿Ennis? Pero sin darle tiempo a salir de la camioneta, mientras trataba de adivinar si había sido un infarto o un desbordamiento de cólera incendiaria, Ennis se puso en pie y, tal como una horquilla se desdobla para abrir la cerradura de un coche y luego se devuelve a su forma original, se las arreglaron para tensar la situación y dejarla casi como estaba antes, porque lo que se habían dicho no era ninguna novedad. Nada terminaba, nada comenzaba, nada resuelto.
Lo que Jack recordaba, y anhelaba con un ansia que no estaba en su mano dominar ni comprender, era aquella ocasión en el remoto verano de la Brokeback en que Ennis se le acercó por detrás y lo estrechó entre sus brazos, aquel abrazo silencioso que satisfizo un hambre compartida y asexuada.

E. Annie Proulx

3.8.06

Misty

Acababa de despertar la noche entre adoquines y calles estrechas. Las farolas eran de un amarillo viejo, dando a todo un aire bohemio y tradicional con las macetas y sus flores rojas encendidas y pequeñas. Todo indicaba que iba a ser una noche especial. El aire de primavera acariciaba como una esperanza.
Entramos en el pub, estaba más lleno que nunca. Un nudo se me puso en la garganta, necesito una cerveza. Desde lejos nos vieron Rafa, Fernando, Javi y el pelusa, que se acercaron, nos animaron y nos invitaron a todo lo que quisiéramos. No veía el momento de empezar. Javi, con sus pintas de pijo jazzístico, hablaba y hablaba de cómo hay que cantar "yesterdays", y qué improvisaciones son pertinentes y no. Poco más pude enterarme. Mientras tanto, las gafas de Fernando se agachaban para preveer el éxito de la noche, y Rafa bailaba y reía con unas carcajadas que se oían desde la otra ciudad. En ese momento vimos entrar a Fran, cómo has tardado tanto, nos estabas asustando. Estaba viendo las estrellas con una piba, ya sabéis. Con el tiempo que llevaba conociendo a Fran, seguía sorprendiéndome su facilidad para llevar a las chicas a la cama. Ni era guapo, ni alto, ni inteligente, pero las mujeres seguían viendo en él algo que yo nunca he logrado entender.
Nos llamó desde el escenario en montaje Jose, y nos pusimos mano a la obra. El primero que se sentó a su batería fue Fran, chiquito, con más cabeza que cuerpo, y su eterna sonrisa. Subimos los demás y fuimos ocupando nuestros puestos. Javi al piano, rubio impoluto y estirado frente a su piano Steinway. Fernando al bajo, recogiéndose cada dos segundos sus enormes gafas universales, Rafa sujetando el saxo con su abultada barriga, Fede a la trompeta y yo, como no, al micrófono.
La gente ni siquiera nos miraba, hablando entre ellos y liados con sus cervezas de mano. Esto siempre ha sido una alegría para mi, todo comenzaba así de manera más relajada. Pero no, hoy no era así, era como si estuviesen en una indiferencia retadora, como una bomba a punto de estallar. Miré a Fede, me sonrió, con su sonrisa tranquilizadora y su pecho de paz y, durante unos segundos, esperamos. Ahí estaba Inés, la lesbiana que me invitó a dos cervezas casi obligadas, y Juan, el percusionista de "Conservados", con su grupo, Pau, Mariano y Dani. Y antes de darme cuenta, el "plonc". El público desapareció, las letras de las canciones me llevaban por distintos paisajes anímicos, que acompañaban el vuelo de mi vestido largo, infinito. Sólo exitían las historias en ese momento. A veces vivía "a fine romance" sin besos, y gritaba "it´s wonderful" que tú te preocupes por mi, aunque al rato me quejaba de estar "bewitched" por unos "yesterdays", pero en el fondo, fondo, me daba igual, porque sabía que un día vendría "the man I love".
La gente aplaudió más las canciones tristes que las animadas, tipo "Mais que nada". Será que me resultan menos falsas.
Llegó el descanso, ahora venía la parte más difícil, todo iba a ser más instrumental, andaría de aquí para allá sin saber muy bien qué hacer, y las pocas cantadas eran muy, muy complicadas. Bebí agua, todos me felicitaron y me dieron ánimo para la segunda parte.
Al principio estaba más pendiente de qué hacer con mi cuerpo en general, pero según fue pasando el tiempo me iba tranquilizando. Me sorprendía, no dejaba de hacerlo, ver las expresiones de mis compañeros, tan concentrados, parecían otros. Hasta Fernando, con su aire patético y sus gafas superlativas, pasaba perfectamente por un intelectual cuasi atractivo. Fran, con su aire ingenuo y travieso lograba incluso hacerme entender su éxito entre las féminas, con su pelillo castaño claro alborotado, y su boca enérgica y petulante. Javi, como siempre, el que menos cambiaba, igualmente hermoso, bello, con sus ojos azules y su flequillo rubio largo almidonado, pero aquí, por lo menos, no hablaba. A Rafa se le suavizaba la expresión de caradura, que es lo más que se le puede pedir, y Fede parecía de otro mundo, a veces creí ver incluso un aura como de niebla alrededor, será por los ojos cerrados, por el movimiento regular y casi imperceptible o por la forma de pasarse la mano por la frente para secarse el sudor, como si hubiese en medio una tela densa.
Lo cierto es que casi se estaba terminando todo y no iba tan mal la cosa. Rafa no metió ningún patón, Javi no se creyó en (casi) ningún momento el único que tocaba, y Rafa no se fue por peteneras. Así que, después de todo, la noche había ido bien. El público parecía entusiasmado, interesado, entregado casi, diría yo.
Y por fin, la última canción. "Misty".
"Look at me, I´m as helpless as a kitten up a tree...".
Exacto. Justo cuando hablaba de lo débil que era, me quedé sin voz. Como una bocanada de aire, se fue, sin avisar. No que no llegase, o que desafinase, no, simplemente sin voz. Con los ojos como platos los demás seguían tocando, pero me miraban asustados, y Javi, con su cara de cabreo perpetuo, con un "qué coño estás haciendo" en la boca.
Entonces el milagro. Salió Fede al centro del escenario, como si tuviese todo controlado, esperó el acorde adecuado, y lo siguió y con su trompeta interpretó la melodía principal. Escuchaba al público decir, pero si es imposible, se va a quedar sin pulmones, y era cierto, era cierto. Y yo, alelada, sin poder reaccionar, y sin saber cómo iba a acabar eso. Pensaba que Fede se limitaría a tapar por un momento mi trabajo, hasta que me viese de nuevo capaz, pero no. Para la sorpresa de todos, se apartó la trompeta, y con los labios aún encendidos del esfuerzo, se puso a cantar. Nadie se lo podía creer. ¿De dónde había sacado Fede esa voz?, si ni siquiera hacía los coros...

"I get misty, just holding your hand.
Walk my way,
And a thousand violins begin to play,
Or it might be the sound of your hello,
That music I hear,
I get misty, the moment you´re near".

Me cogió de la mano, me guiñó el ojo, y en una mínima pausa que hubo me dijo "sigue tú".
Y sin saber cómo, ni de qué manera, simplemente, cantamos un dúo perfecto.

"When I wander through this wonderland alone,
Never knowing my right foot from my left
My hat from my glove,
I´m too misty,
and too much in love..."

2.8.06

Atardecer

Salí del trabajo, en plena calle Sierpes. Las calles estaban llenas, una manifestación en la puerta del ayuntamiento, y toda la plaza Nueva levantada. Me metí en el autobús urbano, justo a tiempo de que no se fuese. Al fondo vi a un antiguo amigo y me senté de espaldas a él. Pegado a mi había un chico con una cresta naranja, y enfrente un albañil joven, con unos brazos enormes y enormes ojos verdes que se caía de sueño. La parada se adelantó diez minutos, y unas tres calles por las obras, así que me bajé al lado del río. Había mucha gente echada en la hierba aprovechando los primeros rayos de sol del año. Y en el agua se daban clases de piragüismo y canoa.