26.3.09

Tributo a José Antonio Padilla


José Antonio Padilla (Málaga, 1975). Licenciado en Filología Hispánica. Es Premio Ateneo de Málaga de Periodismo y Premio Salamanca y Ayuntamiento de Málaga de Poesía. Ha publicado el libro de aforismos Colección de olas (Cedma. Puerta del Mar) y el poemario Noches áticas (Eda. Libros). Es miembro del Consejo de Redacción de las revistas ‘Robador de Europa’ y ‘El Maquinista de la Generación’.

Murió este pasado Febrero.


A veces,
en tu cuerpo, morir no es un error.


IDENTIDAD
Estás en tu propia red como una araña. Desprendes una
mínima energía en cada signo de tu huida.
Estás encerrada en un estímulo sin fin y al otro lado de
tu memoria apenas hay un rumor de vida.
Cuando ya no queda nada, la soledad es más honda que
la ausencia.


VEN
Déjame tu cintura de espuma árida,
el ángulo preciso de las piernas,
la sonrisa salvaje y mineral.
Ven con el horizonte de tormenta
que hay en tu boca.


NOCHES ÁTICAS
Ya es hoy ahora mismo
y el rumor tan cercano de tu cuerpo
lo confirma. Despierta.
Trae el día una luz acelerada,
casi sombras
para que vivas sólo en lo que vuelve
y comprendas
que en este ático va en serio el amor.
En la calle,
un zarpazo de suave claridad.
Ya es hoy ahora mismo
y con placer te toco:
mansamente la luz se queda quieta
encima de tu cuerpo.


IMÁN NOCTURNO
Igual que un sueño
me sujetan tus venas.
Imán nocturno.

Desde que sé que existes, existo yo un poco más.


Más peligroso que un lobo con dentadura postiza.


Y curiosamente, enmudeciste cuando las palabras tenían más valor que la vida.

24.3.09

Sí, se me aparece tu fantasma. Esta mañana fui a una librería. Pregunté si tenían "Los premios" de Cortázar. Y ahí estaba él. En un periódico con tu cara y tu nombre en la portada, con letras grandes. Entrando al trabajo alguien te llamó gritando, asustado. Él me miró, sarcástico y se fue sin contestar. En el hipermercado me doy cuenta de que sólo hay en los expositores las películas que a tí te gustan. Abro una página de internet para leer y hablan de tí, recitas tú, son poemas tuyos. Por las noches me roza al compás del viento, con olor a sábana blanca en la oscuridad. Y cuando voy por la ciudad, de pronto, me susurra al oído y me asusta. En el fondo, nunca le espero. Sólo me siento cómoda con tu fantasma cuando está en mis sueños. Ahí estamos al mismo nivel. Ya puedo tocarle, contestarle y esperar respuesta. Fuera, fuera tu fantasma me agota. Incluso me persigue, lo sé. Detrás de algunos árboles veo su sonrisa, las cortinas se abren y se cierran sin vento ninguno, llaman por teléfono a las tantas de la noche para luego colgar... Pero lo que más me agota es verte en la calle, andando tan tranquilo y que yo me acerque, te hable, y nunca contestes.

14.3.09

El último paseo por la nieve (sobre Robert Walser)

Robert Walser estuvo toda una vida ocultando su angustia. Murió un día de navidad, mientras paseaba por la nieve, en los alrededores del manicomio donde vivía desde hacía más de 25 años. Dicen que estuvo tiempo tirado en la nieve sin morir. Dicen que, como era navidad y él sólo un demente paseando, se dieron cuenta de que faltaba cuando unos niños jugando vieron un bulto negro en la nieve blanca. Dicen que Kafka, ya muerto, quiso escribir una novela sobre un loco viejo que, paseando alrededor del manicomio, cayó a la nieve un día de navidad y nadie le echó de menos mientras él pensaba cómo morir...


Robert Walser no escribió nada desde que entró en la institución, excepto unas notas que llevaba siempre consigo en un maletín y cuyo objetivo era más geométrico que literario. Escribía a lápiz (le agobiaba "el peso" de la pluma) para hacer más fácil la difuminación de esos cuadrados o rectángulos de frases que, de vez en cuando, apuntaba:

"A veces me comporto de manera algo frívola, como ayer, cuando me presenté en la imponente mansión de una gran dama. La casa merece el título de hotel. Pregunté por la señora y, cuando la tuve enfrente, le pedí un mendrugo de pan. Estaba hambriento".


"Pero ¿acaso es sensato expresarse con claridad? ¡Oh, cómo me tortura el sol en su cénit! Ella lleva ahora un sombrero de paja y camina algo inclinada, con paso indeciso. La gente insegura puede desconcertar a la gente segura. Es decir, la gente segura convierte en segura a la gente insegura. ¿Tiene de veras el arte la misión de hacer flaquear con las flaquezas? ¡San Sebastián!".


"Al suave viento del Este, colgado de la robusta rama de un roble, un gran duque que se había ahorcado agitaba los pies luchando por abandonar el reino de la absoluta certidumbre. Los idealistas descansaban tiesos en sus tumbas, implacable realidad. Qué cruel y afilada es mi pluma".


En Jacob Von Gunten un chico aparentemente feliz y adaptable que vive en un instituto para futuros mayordomos, no deja de darse cuenta del fondo de miseria que le espera. Es un pesimismo a priori (realmente a posteriori, lo escribe años después de los hechos que cuenta), un aviso para navegantes, para él mismo como navegante joven e inexperto, de lo que le queda por ver y lo que puede esperar. Y una nostalgia también a priori. Ya echa de menos y adora como sólo se adora lo que ya se ha perdido, el mundo en el que está, como si supiese de antemano que sería el último en darle alegrías y tranquilidad. Es una sensación rara. Un chico fuerte, feliz y optimista que narra casi despreocupadamente sus pocos quehaceres diarios en un instituto en el que sólo se enseña a obedecer, tener paciencia y servir. Pero el trasfondo es de una lucidez inmensa y trágica que nos susurra al oído que todo eso se acabará, que después no vendrá nada bueno y que, por muy mediocre que sea lo que enseñan en ese centro casi familiar, será lo mejor que le pueda pasar a un chico como él. Y él lo sabe.


"Quien está en el error tiene el suficiente descaro para exhortar a la paciencia al que está en lo cierto. Tener razón vuelve fogosa a la gente, mientras que no tenerla invita a mostrar siempre una placidez orgullosa y frívola. Quien practica apasionadamente el bien sucumbe siempre a aquel cuyo corazón permanece indiferente ante lo bueno y útil"


"Los tontos como él están hechos para llegar lejos, para escalar, vivir bien y mandar, mientras quienes, como yo, son en cierto sentido inteligentes, han de tolerar que sus propios talentos florezcan y se marchiten al servicio de otros. Yo, yo seré algo muy humilde y pequeño. La intuición que me lo dice tiene valor de hecho consumado e intangible"


"Sobre todo, jamás te sientas marginado. La marginación, hermano, no existe, ya que en este mundo tal vez no haya nada, absolutamente nada digno de desearse. Y, no obstante, has de tener aspiraciones, y hasta diría que apasionadamente. Aunque para no consumirte de deseos, métete esto en la cabeza: no existe nada, nada a lo cual valga la pena aspirar. Todo está podrido. ¿Entiendes esto? Como ves, aún espero que no puedas entenderlo del todo. Me preocupa."


"Se aburren quienes se pasan la vida esperando que algo les estimule desde fuera. Donde hay mal humor y nostalgia, hay aburrimiento."

"Si los pensadores supieran cuántas cosas echan a perder. El que evita pensar por principio está haciendo algo, y esto es mucho más necesario. Hay en el mundo decenas de miles de cabezas que realizan trabajos superfluos. Está claro, claro como la luz del sol. La humanidad pierde las ganas de vivir entre tanta ciencia, discusión y clasificación. Cuando un alumno del instituto, por ejemplo, no sabe que es juicioso, lo es. Y si en cambio lo sabe, perderá toda su gracia y buen juicio. Me encanta bajar corriendo las escaleras. ¡Qué verborrea!"


"Quien se autovalora en exceso nunca está a salvo de desalientos y degradaciones, pues el hombre consciente de sí mismo tropieza siempre con algo hostil a su conciencia."








13.3.09

Una piedra

La primera vez cogí una, la miré y, aburrida, me deshice de ella.
Con la siguiente me dio por jugar y experimentar hasta que se me cayó y se hizo dos trozos.
Un día creí atraparla. Se me deshizo en las manos.
Otra vez pensé que encontré la forma de mantenerla. Desapareció.
La última fue perdiendo su luz poco a poco antes de morir.
Pero sigo buscandola. Todos me dicen que las piedras sólo son eso, piedras. Yo me quedo con lo que tienen de piedra y las abrazo todas las noches entre la almohada y mi pelo húmedo.

9.3.09

Cómo aguardar la noche

- Ya que estamos aqui no me lo vas a echar en cara, ¿no?
- No, no te preocupes. Realmente estoy encantado. Sabes que dispongo de poco tiempo. No es a causa de otras cuestiones ajenas a ello.
- Pues hay cosas que no me gustan. El relato de la niña bajo la lluvia. Es insoportablemente ñoño.
- ¿Ñoño?
- Cursi, típico... Y, por favor, el panfleto sobre el feminismo. Acaba siendo igual que el machismo pero a la inversa. No son mejores las mujeres. Ni por muy guay que sea tu novia. No. Las hay buenas y las hay malas, como los hombres. Y es un problema tan simple, de tan fácil solución que, o eres estúpido o nos crees tontas, sin darte cuenta. Serás muy inteligente, pero ahí "te la ha metido" tu parienta, pero bien. No eres peor que ella, no tienes por qué hacer todo lo que quiere. Sobre todo si hablamos de posturas tan extremas. Te creía con más personalidad. Un chico tan "viajado", con tanto mundo. No entiendo cómo caes en esas supercherías. ¿Ves?, ya hablo como tú. ¿Por qué?... Todo lo malo se pega. - Él estaba tumbado boca arriba en la cama de la habitación donde tuvieron que esconderse. La cabeza colgaba por fuera, creía que así le llegaba más sangre a la cabeza y pensaba mejor. Ella se cansó de discutir y se tumbó a su lado. Sin acercarse mucho, que todavía tenía su dignidad...
- Puede que tengas razón. Quizá toda la fama me haya hecho más inseguro. No puedo dejar de plantearme si todo esto me lo merezco, si no estaré haciendo el ridículo. Y me apego a lo único que sé que me conoce más allá de todas estas ínfulas y banalidades.
- No por eso ella es mejor que tú.
- Puede que sí. Aquí estoy, compartiendo cama con otra mujer. Ella no lo haría.
- ¡Eh!, que compartamos cama no significa que mezclemos fluidos... Y tú no sabes qué ha hecho ella o ha dejado de hacer. Y claro que no lo haría...a ella le gustan los hombres...
- Ya me porté mal con ella otras veces. Soy poeta, qué quieres. Ya lo decía Platón y Walt Whitman. Estamos condenados a amar la belleza. - Después de un silencio incómodo volvió la cabeza para mirarla. Acercó la mano para acariciar su cuello y el dedo quedó prendido en el latido del corazón que a ella se le agitaba. Sujetándola por la cintura la volteó, ahora estaban frente a frente, a menos de un palmo de distancia. Sentían cerca el brotar de sus alientos. Y las respiraciones cada más aceleradas.
Entonces apareció una niña de la nada, corriendo, gritando.
-¡Que viene, mirad, mirad!. - Y señaló un rincón oscuro de la habitación. Se fijaron y poco a poco fue apareciendo a sus ojos una bola de pelo enorme, con ojos sanguinolentos y manos y pies diminutos. Saltaron a esconderse y el monstruo se avalanzó tras ellos. Él logró entrar en un dormitorio contiguo y cerrar la puerta segundos antes de que la bola alargase sus diminutas manos para cogerle. Ella daba vueltas por la habitación, sola con el monstruo, sin encontrar refugio posible. Por unos momentos le despistó al hacerle creer que se había metido en otro cuarto distinto, minutos que aprovechó para acercarse a la habitación donde estaba él. Abrió la puerta y le vio escribiendo sentado encima de la cama, muy concentrado. No tuvo que preguntarle nada. Supo que el monstruo no les iba a hacer nada. Y que él estaba escribiendo sobre ella.

3.3.09

Encantador de plazas

Me perseguía Medusa. Bailaban en el aire las serpientes de su pelo, volaba a doble zancada y yo corría todo lo que mis pies me dejaban pero ahí estaba su aliento siempre, a un milímetro de mis tacones. Logré adentrarme en una plaza grande llena de gente. Se veían plumas, hombres de pelo largo y chistera, mujeres haciendo sonar trompetillas, conos de papel en las cabezas, tambores, una niña metida en una bola de cristal, gritos... "Mi tragedia es que soy guapa, la gente no sabe qué es eso, siempre me quieren meter mano y es un horror", "pues ponte gafas culo botella y aparato, ya verás cómo se te quitan tus problemas". La mayoría se apartaban asustados y otros tantos enfadados. Hasta que dí con una sonrisa y una perilla rojiza . Tan poco me lo esperaba que, por una décima de segundo, me dejó parada. Pero ahí estaban de nuevo los silbidos de las cien serpientes en mi nuca y de nuevo eché a correr. Al rato me percaté que algo había detenido a la Medusa. No sentía su aliento pestilente ni el crujido de las escamas cerca. Aproveché para tomar aire e intentar ocultarme en uno de los grupos. Una mujer de unos 50 años vestida de zíngara tocaba la pandereta en el centro y un hombre de su edad, con evidente peluquín, alargaba una boina a los asistentes para que le echaran dinero. Su cara me sonaba pero no me dí cuenta hasta que se acercó. Era Alberto. Vino a España porque en su país no se hacía gratis la operación de corazón que necesitaba para vivir. Me acompañó en el hospital, me alegró los días, con su ternura, una dulzura increíble, no sólo por el acento, su bondad y resignación frente a todo lo que le pasaba. En su país era de una de las familias más acomodadas, pero perdió todo en un negocio y cuando llegó aquí ya no podía volver a su tierra. Trabajó en lo que pudo, conductor de autobús, kiosquero... Y ahora pidiendo... Cuando lo tuve cerca no supe qué decirle, tal era mi congoja de verle así (siempre es triste la verdad, precisamente porque no tiene remedio...). Fue él quien me abrazó sonriendo y me dijo que se alegraba mucho de verme. Por un breve momento me miró fijamente, como el pintor cuando observa el progreso de su cuadro, y me volvió a abrazar. Todavía me está abrazando.