31.10.07

Esta tarde, desde el autobús, vi paseando por la acera a un hombre de un metro veinte o así, con un aparato desde encima de la rodilla hasta el zapato en forma de bota con una suela enormemente alta. Iba cogido de la mano de otro hombre, ya anciano, y mirando al suelo por su espalda en forma de O. Se dispuso a cruzar un paso de cebra en el momento en que el muñeco verde del semáforo ya parpadeaba, y se puso a "correr". La pierna izquierda la arrastraba por el suelo, y la derecha no la podía doblar. Su manera de intentar coger velocidad, el gesto de sobreesfuerzo, mientras el otro hombre que iba a su lado simplemente caminaba, y los ojos desorbitados mirando un suelo que no le iba a dar ninguna información de si le iba a dar tiempo o no a pasar a la otra acera... Se me sobrecogió el corazón. En ese instante me di cuenta de que una niña de un año o poco más me estaba mirando. Era exacta a mi de pequeña, con sus tirabuzones, sus ojos achinados y vivarachos, tan menudita. La sonreí y se rió a carcajadas. Busqué a ver si el hombre ya había cruzado la carretera, pero estaba todo lleno de gente y no logré ver nada. Mientras, la niña, me seguía con la mirada, incluso cuando bajé del bus, incluso cuando, ya en la calle, miré hacia atrás, y allí estaba su cabecita llena de rizos saludamente muy seria y solemnemente.

28.10.07

Este es uno de los días que vuelven negro lo azul. Todo se densa, se espesa, y sólo veo mi espejo. Los límites se cierran poco a poco, el aire está viciado, el sol es de un naranja sangriento, como el oxígeno después de un cataclismo nuclear, las nubes son filos de cuchillos polares, el viento es ese que por Tarifa dicen que vuelve loca a la gente. Miro a corta distancia y veo cosas manidas, sin sentido, con un ruido de fondo como de péndulo de reloj de pared. Hoy el frío sale de dentro, y por muchas chaquetas que me ponga me hielo y sudo. La navidad ya está aqui. Una más. Y la promesa de no esperar nada de ellas ya no es una esperanza, es una bendición. La época más hueca del año, como un calcetín dado la vuelta, el principio del eterno retorno, la realidad cruda de que treinta años más, treinta años menos, eres, esperas, buscas lo mismo, y que dentro de ese calcetín no hay nada, ningún nombre titula nada, ningún personaje capaz de protagonizar, ningún narrador con voz propia. Sin historia. Enlazo la historia de la deshistorización de mis días. Que es nada. Como lo que tengo delante. Como los rayos de un sol glaciar. Como la almohada plana de mis noches. Como la ropa interior de mis entrañas.

26.10.07

De vez en cuando la vida...

Le llamábamos "el Vasco". Tenía dos hermanos más y los tres estaban metidos en la droga. Nos contaba que conocía casi todas las cárceles de España. Un día, un grupo de camorristas nos cogió por banda y se pusieron a pegarnos. La mayoría huímos, o no pudimos hacer nada mientras se centraban en uno que se quedó solo. Cuando el vasco se enteró quiso ir detrás de ellos y darles su merecido, con la navaja en mano. Tuvimos que hacerle desisti.
Nos encontrábamos en el autobús y, en medio de una hiperactividad impresionante, mirando a un lado, a otro, pegando saltitos en el asiento, me decía que estaba empezando a estudiar y que había dejado cualquier rastro de heroína (bueno, eso sí, "algún que otro porrito de vez en cuando, si no es imposible"). Al hermano mayor lo encontrábamos en la biblioteca preparándose oposiciones.
Hasta que un día nos enteramos por un amigo común que el vasco había muerto por una sobredosis. No tenía ni 30 años. El hermano, tiempo después, apareció en el bar de nuestro amigo, borracho, drogado, con ganas de pelea y sin querer pagar. No tuvo más remedio que denunciarle por amenazas tras repetirse la situación todos los fines de semana.

Mario era un estudiante destacado. Escribía en el periódico del instituto, era redactor jefe, para sus 18 años tenía un lenguaje demasiado depurado, le gustaba Mahler, Chopin, y mi amiga iba detrás de él. Le diagnosticaron leucemia. Estuvo dentro del hospital 5 años. Suerte que la médula del hermano era compatible, la última esperanza que les quedaba. Ahora tiene los huesos de cristal, esta rapado para disimular su poco y débil pelo, y sale con nosotros en feria. Su mejor amigo, cuando a él se le cayó el pelo, se rapó al cero y no se lo dejó crecer hasta años después que saliera del hospital.

Era nuestro técnico del ordenador. En años fue el único que nos atendió amablemente, respondía cualquier duda, solucionaba cualquier problema. En la tienda tenía puesto un cartel "la calidad de nuestro servicio no se basa sólo en la calidad del producto". Y era cierto. Siempre con una sonrisa en los labios, con bromas, sabíamos que podíamos contar con él. Hasta que hace unos días un amigo, en medio de una exclamación-insulto, contó que se había suicidado. La novia le había dejado poco antes de comprar el piso. Él, dicen, ya de antes, tenía una enfermedad mental que, con esto, se agravó. Le ingresaron en la planta de psiquiatría del hospital, le hicieron pruebas, no encontraron nada, le volvieron a ingresar en urgencias, le dio una crisis, otra vez a la planta de psiquiatría, abrió una ventana y se tiró.

17.10.07

“Tal como nos ha sido impuesta, la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Para soportarla, no podemos pasarnos sin lenitivos. Las satisfacciones sustitutivas como la que nos ofrece el arte son, frente a la realidad, ilusiones, pero no por ello menos eficaces psíquicamente, gracias al papel que la imaginación mantiene en la vida anímica” (Freud, 1966).

“La civilización le debe mucho a las historias. El relato es como un cofre donde guardamos trozos de vida, capaces así de ser trasmitidos a las generaciones venideras. De ese modo atesora la comunidad sus mejores o más significativas experiencias, que a veces se incorporan al propio lenguaje en forma de relato semántico. Y ésa es una gran fuente de conocimiento. Y, en cierto modo, de salvación. El relato sirve para que no se pierda del todo lo vivido. En el fondo, es una manera de oponerse a la muerte. Si fuésemos inmortales, quizá no contaríamos historias” (Landero, 2001).

10.10.07

El pasado

"Desde hace tiempo me acostumbré a estar muerta"

Jensen

9.10.07

Dadme animales

Cuentos de hadas, príncipes azules...
Quiero las caricias de un pájaro cuando te mordisquea la oreja.

La alegría de tu perro cuando te ve entrar.

El olor de un gato casero, recogiendo los aromas de cada habitante.

Dormir con su ronroneo, su calor, su peso.

A mi, que me den lo que dan los animales.


3.10.07

Cuando el sueño despierta

¡Ay!, si por un segundo viviésemos lo que soñamos... Aunque sean los sueños los más absurdos y extraños, parece que siempre entendemos, sabemos porqué están ahi.

El 1 de Octubre, a las 8 de la mañana me desperté y ya no pude dormirme. Me levanté con la imagen fresca de un sueño. Un niño de unos cuatro años, con tu cara, en un lago. En realidad eras tú, pero en mini, como reducido. Te llevaba de la mano por la orilla del lago y evitaba que te acercaras al agua. Estaba muy atenta, con miedo, sabía que de alguna manera me vigilaban. Llegué a una casa de madera y estabas tú en una ventana viendo como llegábamos. Rodeado de hiedra y con olor a madera fresca sonreías. Pero yo no quería dejar al niño, y el niño no se quería ir con su papá. El niño se puso a llorar porque vino una imagen sin cara que le arrastraba a la casa. Entre todos lo engañamos y al final conseguimos que entrase. Y mientras tú mirabas todo desde la ventana con cara ausente y triste.