- Ya que estamos aqui no me lo vas a echar en cara, ¿no?
- No, no te preocupes. Realmente estoy encantado. Sabes que dispongo de poco tiempo. No es a causa de otras cuestiones ajenas a ello.
- Pues hay cosas que no me gustan. El relato de la niña bajo la lluvia. Es insoportablemente ñoño.
- ¿Ñoño?
- Cursi, típico... Y, por favor, el panfleto sobre el feminismo. Acaba siendo igual que el machismo pero a la inversa. No son mejores las mujeres. Ni por muy guay que sea tu novia. No. Las hay buenas y las hay malas, como los hombres. Y es un problema tan simple, de tan fácil solución que, o eres estúpido o nos crees tontas, sin darte cuenta. Serás muy inteligente, pero ahí "te la ha metido" tu parienta, pero bien. No eres peor que ella, no tienes por qué hacer todo lo que quiere. Sobre todo si hablamos de posturas tan extremas. Te creía con más personalidad. Un chico tan "viajado", con tanto mundo. No entiendo cómo caes en esas supercherías. ¿Ves?, ya hablo como tú. ¿Por qué?... Todo lo malo se pega. - Él estaba tumbado boca arriba en la cama de la habitación donde tuvieron que esconderse. La cabeza colgaba por fuera, creía que así le llegaba más sangre a la cabeza y pensaba mejor. Ella se cansó de discutir y se tumbó a su lado. Sin acercarse mucho, que todavía tenía su dignidad...
- Puede que tengas razón. Quizá toda la fama me haya hecho más inseguro. No puedo dejar de plantearme si todo esto me lo merezco, si no estaré haciendo el ridículo. Y me apego a lo único que sé que me conoce más allá de todas estas ínfulas y banalidades.
- No por eso ella es mejor que tú.
- Puede que sí. Aquí estoy, compartiendo cama con otra mujer. Ella no lo haría.
- ¡Eh!, que compartamos cama no significa que mezclemos fluidos... Y tú no sabes qué ha hecho ella o ha dejado de hacer. Y claro que no lo haría...a ella le gustan los hombres...
- Ya me porté mal con ella otras veces. Soy poeta, qué quieres. Ya lo decía Platón y Walt Whitman. Estamos condenados a amar la belleza. - Después de un silencio incómodo volvió la cabeza para mirarla. Acercó la mano para acariciar su cuello y el dedo quedó prendido en el latido del corazón que a ella se le agitaba. Sujetándola por la cintura la volteó, ahora estaban frente a frente, a menos de un palmo de distancia. Sentían cerca el brotar de sus alientos. Y las respiraciones cada más aceleradas.
Entonces apareció una niña de la nada, corriendo, gritando.
-¡Que viene, mirad, mirad!. - Y señaló un rincón oscuro de la habitación. Se fijaron y poco a poco fue apareciendo a sus ojos una bola de pelo enorme, con ojos sanguinolentos y manos y pies diminutos. Saltaron a esconderse y el monstruo se avalanzó tras ellos. Él logró entrar en un dormitorio contiguo y cerrar la puerta segundos antes de que la bola alargase sus diminutas manos para cogerle. Ella daba vueltas por la habitación, sola con el monstruo, sin encontrar refugio posible. Por unos momentos le despistó al hacerle creer que se había metido en otro cuarto distinto, minutos que aprovechó para acercarse a la habitación donde estaba él. Abrió la puerta y le vio escribiendo sentado encima de la cama, muy concentrado. No tuvo que preguntarle nada. Supo que el monstruo no les iba a hacer nada. Y que él estaba escribiendo sobre ella.
6 comentarios:
Me ha gustado el relato, pero más tu alusión a la idea que plasmaron Platón y Walt Whitman de que los poetas están acostumbrados a amar la belleza, una hermosa intuición que arrastra. Bello final plenamente literario en que el acto de creación y lo creado se funden como en Cien años de soledad con los pergaminos de Melquiades.
Bueno, despues del certero y autorizado comentario de Joselu, poco que agregar...
Realmente un excelente relato,como acostumbras...
Bueno, despues del certero y autorizado comentario de Joselu, poco que agregar...
Realmente un excelente relato,como acostumbras...
Bueno, despues del certero y autorizado comentario de Joselu, poco que agregar...
Realmente un excelente relato,como acostumbras...
Genial. Me has dejado sin palabras.
Inquietante. Un diálogo tan humano y luego ese desenfreno fantástico, para terminar con una aceptación inesperada de lo anormal. Excelente. Un abrazo.
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