2.11.05

Jam Session

Pasamos por la Giralda a las once de la noche, es tarde. Fue un atardecer de principios de verano, hace algunos años ya. La Giralda, una brisa muy cálida, la velocidad. La lluvia hace que la ciudad esté más sola y triste que de costumbre. Las calles estrechas, empedradas del centro, los palacios del renacimiento, todo está más oscuro. Pero al llegar a un callejón con balcones llenos de macetas y flores, alumbra una luz y un soniquete de ritmo jazz. Era una canción mala, de novatos, pero alguien vendía púrpura, un vestido negro, un centro social donde organizaban conciertos de grupos desconocidos. El bajista iba a mi facultad, no te conozco, yo a ti sí. Entre el humo espeso encontramos a J, nos pedimos las cervezas y vamos a sentarnos, pero están todas las mesas cogidas. Vemos un billar y nos apoyamos en él como podemos, de frente al escenario. Una camisa demasiado corta, todos estaban incómodos, deseando soltar cosas. Menos algunos que lo tenían todo muy bien agarrado. J está más alegre que nunca, y G también. Ella no ha escuchado jazz en directo, no le gusta, pero disfruta del movimiento de los músicos, las improvisaciones, las charlas incluso, la informalidad. Toca un saxofón, le acompaña bajo y batería. El piano está de copas en la barra. Cuando se aburre de beber sube a formar parte del desaguisado y, cuando menos nos lo esperamos, empieza a mirar a G. Primero disimuladamente, por último con una sonrisa, quizá, un fatal acercamiento. El guitarra principal es el que escribió la música, con letra que dedicó a su novia, la cantante. J se ríe, y nos mira, ríe y mira al pianista. Era Mariano, de nombre, cantaba tangos y Andrés Calamaro. "Me dejé nuestros abriles olvidados, eran tiempos dorados, un pasado mejor. Aunque casi, te confieso, yo también he sido un perro compañero, un perro ideal que aprendió a ladrar, a volver al hogar para poder comer". Se apareció el demonio y me dió una copia de llaves, el demonio tenía cuerpo de muchacho, cara de vicioso y planta de pecado. Es el último compás de "Love for Sale", sin la voz de Billie Holiday, las notas van variando, poco a poco, sin que nos demos cuenta, a una cancioncilla que nos suena. Me suena, ¿qué es?. El cumpleaños feliz, reimos todos. G, saben que es tu cumpleaños. Fue J, se chivó y preparó la "trampa". Y en un visto y no visto, todos los músicos dejan el cumpleaños feliz para bajarse, acercarse a nosotros y turnarse para dar besos a G. Está que no se lo cree, le entra la risa tonta, casi llora y hasta a las orejas le llega el colorado. Una tal Inés también se apunta a la tanda de besos, declarando su homosexualidad y extrañada de no habernos visto antes. Os invito, y sin dejarnos pronunciar una sola letra llega al rato con cinco cervezas. G lleva tiempo sin beber tanto. Era un sofá azul oscuro, rancio de viejo, había whisky, vasos, tabaco y agua en el suelo. Sonaba "Alfonsina y el mar" y el caer de los cubitos de hielo. Aunque ya se han ido los músicos, ella sigue con las mejillas encendidas y la sonrisa grabada. Ya no llueve, ni sopla viento. En esta misma calle cantaban a gritos Abril para vivir, Abril para soñar, Abril flor de la vida al corazón, me dejó el dolor para cantar y la luna de Abril para olvidar. Nos invita J en una tasca típica, con toreros dibujados, claveles en la barra y carteles de la "fiesta nacional". No hay mesas, son barriles de madera. Ya en La Alameda vamos a nuestro sitio, oscuro, neblinoso, con mucho ruido, mucha gente, ideal para varias copas de más. Pocas veces ví un piso más impactante. Era una casa antigua, del siglo XIX, decorada con libros, discos y copias de cuadros abstractos. Nunca dejaba de sonar música, clásica, hip-hop, toda la que existiese se conocía allí. J se quita la chaqueta, se queda en mangas de camisa. El pelo es una masa de destellos. Ve desde lejos a sus amigos y los trae. Vinieron a buscarme desesperados, dos iguales, había quedado con uno, los dos tenían la misma estatura, los mismos ojos, el mismo pelo. Ya al final de la noche nos acompañan, vamos a nuestro piso, jugamos a las cartas y a las 9 de la mañana, una hora antes de empezar a trabajar, F, G y yo llegamos a una conclusión unánime sobre lo que es el destino...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Es lo que tienen las noches sevillanas...
Besos :)

Anónimo dijo...

los médicos recomiendan pasear por Sevilla de noche y oler a azahar, al menos, una vez en la vida. sin receta además.


que bien suena esa noche. la alameda es un sitio especial para mí. y esa casa antigua que mencionas ... es el brujas?

simalme dijo...

Sí, Sevilla de noche y en primavera. Pero no es sólo eso. Lo que está escrito en pasado no tiene nada que ver con la noche en presente que se cuenta. Son imágenes de otros tiempos, recuerdos, sueños...Gracias por estar aqui, Martika, Marco.

Joselu dijo...

Sucesión vertiginosa de recuerdos en una noche sevillana. Ay, mi Sevilla. Recuerdo también una noche allí en que celebré mi cumpleaños. Fue mágica, aunque le faltó el jazz.

Slv Vr dijo...

veo que a veces tambien te atreves a mirarte. eso esta bien, o no. en cualquier caso me gusta. me ayuda a conocerte. si me gusta.

sigo leyendote.
un saludo.

simalme dijo...

Gracias, Slv, espero que nunca nadie deje de tener cosas que conocer de mi.

Anónimo dijo...

hola wapa, no te conozco ni tu a mi, pero curioseando por internet encontre tu blog.solo quería decirte que me ha hecho gracia lo que cuentas sobre el concierto al que fuisteis y ese tal Mariano..."se aparecio el demonio y me dio una copia de llaves"...yo soy la chica a la que dedicó la canción. estudié en sevilla y conocí a Fede y Mariano (con éste tuve una historia).

felicidades por el blog

un besazo

simalme dijo...

Cuéntame la historia, ya sabes, escribo, y esa historia que cuenta la cancion me gustó. Gracias por estar aqui.