Fue poco a poco. Primero viajaba con mis padres por España. Holanda en fin de curso con el instituto. Pero un día, dejé los estudios, cogí la mochila y me fui a México. México D.F. desde el avión es tan grande como España entera. Es preciosa. Llegué de noche y sólo se veían lucecitas. Un campo enorme de lucecitas. Paseé por las chabolas. Niños armados hasta las orejas. Con pistolones en el pantalón. Venían a robarme, lo ví en sus caras, pero no tenían nada que robar. En mi mochila llevo dos pantalones, dos camisetas y dos calzoncillos. Les llamé "!eh¡, vosotros lo que queréis es robarme". Se rieron, intentaron disimular y acabé comiendo en sus casas. También me invitaron a cenar en casa de un congresista. Una chica muy guapa, de sonrisa sincera. La casa lujosísima. Al principio los padres no le dejaban llevar a nadie. Pero se enteraron de que era español y eso era otra cosa. Al final hablé más con el padre que con la hija. Qué rabia me da haber perdido la navaja que me regaló. También estuve en la selva. En Puebla. Detrás de la pirámide de la luna y todas esas. Ni un día me quedé sin comer. Siempre encontraba a alguien que me invitaba. Y eran muy pobres. En España sí he llegado a estar más de tres días sin comer. En el bosque de Galicia, por ejemplo. Lo he llegado a pasar muy mal. Con frío. No se veía ni una casa. A punto de llover. Con una manada de lobos rugiéndome. Eso sí, yo les rugía igual y al final me respetaron. Muchas veces me planteaba qué hacía yo allí. Y pensaba en llamar a mamá. Es muy fácil pasar todo eso cuando sabes que si hay un verdadero problema viene tu mamá a buscarte. Pero resistí. Hice el camino de Santiago y por las partes más agrestes. Bosques, selvas. Lo raro es que no viese a la santa compaña. Después de eso me vine a Caños de Meca. Hay una catarata de agua dulce preciosa y ahí me bañaba todos los días. Llegué a la playa y vi desde un acantilado a unas veinte personas desnudas alrededor de una hoguera. Me quedé tan pasmado que no me dí cuenta de que me estaban viendo. Lejos de enfadarse, sonriendo me llamaron para que bajase con ellos. Era el día de mi cumpleaños. 19. Llevaba un año fuera de casa. Y me montaron una fiesta espléndida. Tambores, cánticos... Un chamán cubano me regaló el collar que llevo puesto. No me gusta llevar nada encima. Sólo me pongo las cosas que me regalan. Y este collar me hace mucha ilusión. Como esta camiseta. Recordaré la noche de hoy y Sevilla y este sitio.
- Se levantó en mitad del bar y ahí mismo se puso la nueva camiseta, mientras pagaba las cervezas y se hacía amigo del camarero, diciéndole que en la próxima visita a Sevilla vendría a verle. La camiseta era de Charlie Parker. Un chaval que conocía a Charlie Parker pero no sabía quién era Fran Rivera. Una tarde entera pasó hablando con él. Le dio su opinión sobre los toros, para él sólo era matar animales. Fran le contestó que era una tradición, algo que se transmite de generación en generación. Le ofreció un porro pero el torero no quiso. Emocionado estaba conversando con alguien que, por fin, no le conocía.
Le pregunté que cómo pudo resistir todo eso. Salió con 300 euros de su casa y ha ido trabajando donde podía para comer. Incluso ha mandado dinero a sus padres. Recuerda noches, sobre todo noches, horribles. En medio de un bosque, con frío, lloviendo. Acordándose de su cama, su casita. No podía imaginar dónde estaría el siguiente pueblo. Y llevaba cuatro días sin comer. Sólo le rodeaba la noche, árboles, lluvia y viento. Con el nerviosismo no pudo ni dormir. Pero, sin darse apenas cuenta, poco a poco, la noche fue desvaneciéndose. Y se hizo la luz. Llegó el amanecer trayéndole de la mano una playa, un horizonte, el calor del sol... y todo para él.
Gracias, Rafa y Manu (al final el pollo se quedó sin firmar)
4 comentarios:
Gracias a ti Silvia por este relato que ha sido un verdadero placer leer. Me recordará siempre las aventuras de nuestro compi y el agradable momento que pasamos todos juntos conversando en esos pubs tan chulos de Sevilla.
Rafa
Si fuese tu,"me lo guardaba" para el próximo libro,que te ha quedado muy ameno y creible.
En algunos momentos,me acorde de esta noticia,pero ese sensación de libertad-al margen de convenciones- se acaba "contagiando".
Como dice Alan un precioso relato para un próximo libro.
Tenés una manera tan particular de escribir...(Cuántas veces te lo dije??).
Besos
Directo, claro, emocionante y ameno.
Tienes un premio en mi blog desde hace días.No pude avisarte antes ¡Lo siento!
Besos
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