Le llamábamos "el Vasco". Tenía dos hermanos más y los tres estaban metidos en la droga. Nos contaba que conocía casi todas las cárceles de España. Un día, un grupo de camorristas nos cogió por banda y se pusieron a pegarnos. La mayoría huímos, o no pudimos hacer nada mientras se centraban en uno que se quedó solo. Cuando el vasco se enteró quiso ir detrás de ellos y darles su merecido, con la navaja en mano. Tuvimos que hacerle desisti.
Nos encontrábamos en el autobús y, en medio de una hiperactividad impresionante, mirando a un lado, a otro, pegando saltitos en el asiento, me decía que estaba empezando a estudiar y que había dejado cualquier rastro de heroína (bueno, eso sí, "algún que otro porrito de vez en cuando, si no es imposible"). Al hermano mayor lo encontrábamos en la biblioteca preparándose oposiciones.
Hasta que un día nos enteramos por un amigo común que el vasco había muerto por una sobredosis. No tenía ni 30 años. El hermano, tiempo después, apareció en el bar de nuestro amigo, borracho, drogado, con ganas de pelea y sin querer pagar. No tuvo más remedio que denunciarle por amenazas tras repetirse la situación todos los fines de semana.
Mario era un estudiante destacado. Escribía en el periódico del instituto, era redactor jefe, para sus 18 años tenía un lenguaje demasiado depurado, le gustaba Mahler, Chopin, y mi amiga iba detrás de él. Le diagnosticaron leucemia. Estuvo dentro del hospital 5 años. Suerte que la médula del hermano era compatible, la última esperanza que les quedaba. Ahora tiene los huesos de cristal, esta rapado para disimular su poco y débil pelo, y sale con nosotros en feria. Su mejor amigo, cuando a él se le cayó el pelo, se rapó al cero y no se lo dejó crecer hasta años después que saliera del hospital.
Era nuestro técnico del ordenador. En años fue el único que nos atendió amablemente, respondía cualquier duda, solucionaba cualquier problema. En la tienda tenía puesto un cartel "la calidad de nuestro servicio no se basa sólo en la calidad del producto". Y era cierto. Siempre con una sonrisa en los labios, con bromas, sabíamos que podíamos contar con él. Hasta que hace unos días un amigo, en medio de una exclamación-insulto, contó que se había suicidado. La novia le había dejado poco antes de comprar el piso. Él, dicen, ya de antes, tenía una enfermedad mental que, con esto, se agravó. Le ingresaron en la planta de psiquiatría del hospital, le hicieron pruebas, no encontraron nada, le volvieron a ingresar en urgencias, le dio una crisis, otra vez a la planta de psiquiatría, abrió una ventana y se tiró.
26.10.07
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8 comentarios:
No-se-que-decir.-No-entiendo-como-sales-sonriendo-en-la-foto-de-tu-perfil.-(No-sirve-mi-tecla-de-acentos-ni-mi-barra-espaciadora).-Que-desastrosa-puede-ser-la-vida.
Sí, demasiado a menudo la vida...
A pesar de todo otras veces...
"Sí, es cierto, de vez en cuando la vida toma conmigo un café , y está tan bonita que da gusto verla..."
Pero también, la vida se viste de harapos (o la visten...) y suceden estas cosas tan dolorosas .
Aquí vivimos a menudo esta circunstancia y realmente me ha conmovido el post...
Un beso, amiga
Ruy,quienes mejor sonríen son los que saben también llorar.
Otras veces, Rubén, sí, se hace de nuestra medida... Pero otras se nos hace tan grande...
Rodolfo, pero tú no, no puedes estar triste... ¿a que no?, tú, a diferencia de mi, eres inteligente y sabes aprovechar lo que la vida te da, ¿no?
Silvia, gracias por lo de inteligente, pero muchas veces estoy triste, pero la alegría y la felicidad pasan por ráfagas y se trata entonces de capturar algo de ellas o de los recuerdos que nos hacieron disfrutar(por ejemplo leerte)...creo
Besos
y con gente como tú al lado se hace mucho más fácil.
Gracias...
Hola... Estaba escuchando a JMS y encontré esta página de casualidad. Triste y todo, la escritura es hermosa. Gracias.
Sami
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