"Había mujeres que pagaban 200 guineas por un abrigo de pieles. Su tío se habría considerado dichoso si hubiese podido ganar otro tanto en dieciocho meses de trabajo remendando zapatos. ¿Por qué diablos no hacían algún trabajo útil en vez de apretarse las nalgas y la barriga?. Si ellas trabajaran como lo había hecho su madre... Ella no tenía grasa que eliminar, pensó con indignación en aquel trabajo doméstico ingrato e interminable. Día tras día, año tras año. Haciendo camas para que pudieran ser deshechas. Cocinando para llenar barrigas eternamente vacías. Zurciendo y remendando para que pudiera uno hacer todavía más agujeros. Era una labor como la de Sísifo y las Danaides, sin esperanza, interminable. Y en el mundo de los abrigos de pieles y los perfumes se quejaban de aburrimiento y fatiga, y tenían que retirarse a casas de salud para hacer curas de reposo. ¡Ah, si ellas llevaran tan sólo por una temporada la vida de su madre...!"
(Contrapunto, Aldous Huxley)
5 comentarios:
El destino de cada uno...
Pero rica, pobre, linda o fea, la madre tiene esa magia incomparabel....
Esa magia que, a quienes ya no la tenemos, nos provoque el recuerdo mas tierno, y hace mas imprescindible su abrigo, su consejo, y hasta sus silencios...
Este hombre que narras, tuvo la suerte de conocer esa magia y sera simpre, como dice Cortez "su silente compañia".
Besos
Pero caaaansa tanto no hacer nada...
No he leído Contrapunto de Huxley, pero sí el clásico Un mundo feliz y su contrapunto, La isla más desconocido. También uno que me marcó profundamente titulado Las puertas de la percepción sobre sus experiencias alucinógenos con el peyote y la mescalina.
Cuenta una antigua leyenda, que un niño, que estaba a punto de nacer le dijo a Dios:
- Me dicen que me vas a mandar mañana a la Tierra, pero... ¿cómo viviré tan pequeño e indefenso como soy?
- Entre muchos ángeles escogí uno para ti, que te está esperando, él te cuidará.
- Pero aquí en el cielo, no hago más que cantar y sonreír; eso basta para ser feliz.
- Tu ángel te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz.
- ¿Y cómo entenderé a la gente que me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres? ¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo?
- Tu ángel te juntará las manitas y te enseñara el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado.
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero ya se oían voces terrestres y el niño presuroso, repetía suavemente:
- Dios mío, si ya me voy, dime su nombre... ¿cómo se llama mi ángel?
- Su nombre no importa, tú le dirás «mamá»...
Huxley,en mi caso,es un continuo aplazado que ya esta mereciendo un buen "vistazo".Le tengo ganas desde que leí
"Las partículas elementales" de Houllebecq.
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