30.7.08

Amor loco

"Te deseo que seas locamente amada"


"Aquella joven que acababa de entrar parecía como rodeada de un vapor (¿vestida de fuego?). Todo se decoloraba, se helaba junto a esta tez soñada en un acorde perfecto de herrumbre y verde. Ya la había visto entrar dos o tres veces en aquel lugar: en cada ocasión se me había anunciado, antes de ofrecerse a mi mirada, por no sé qué sensación de estremecimiento de hombro a hombro que llegaba ondulante hasta mí atravesando aquella sala del café desde la puerta. Tal certidumbre, para mí bastante exaltante por sí misma en aquella época, corría el riesgo por otra parte de obsesionarme durante el tiempo que transcurría entre sus apariciones reales, ya que una intuición muy vaga, desde los primeros instantes, me había permitido considerar que el destino de esa muchacha pudiese un día, por muy débilmente que fuera, establecer algún vínculo con el mío. Yo acababa de escribir algunos días antes el texto inicial de este libro, texto que informa acerca de mis disposiciones mentales y afectivas de entonces: necesidad de conciliar la idea de amor único y de su negación más o menos fatal en el marco social actual, afán de probar que una solución más que suficiente, netamente excedente de los problemas vitales, puede ser siempre esperada del abandono de las vías lógicas ordinarias. Nunca he dejado de creer que el amor, entre todos los estados, es el mayor proveedor en materia de soluciones de este género, siendo él mismo el lugar ideal de reunión y de fusión de estas soluciones. Los hombres desesperan estúpidamente por amor (yo mismo lo he hecho), viven dominados por la idea de que el amor está siempre detrás de ellos, nunca delante, los siglos pasados, la mentira del olvido a los veinte años. Soportan y se acostumbran a admitir sobre todo que el amor "no es para ellos", con su cortejo de claridades, esa mirada al mundo que está hecha de todos los ojos de los adivinos. Cojean de recuerdos falaces a los cuales llegan incluso a atribuir el origen de una caída inmemorial para no sentirse demasiado culpables. Y sin embargo para cada uno la promesa de cualquier instante venidero contiene todo el secreto de la vida, con la posibilidad de revelarse un día azarosamente en otro ser."

André Breton



4 comentarios:

Anónimo dijo...

ayy, el amor. El sábado... en París... encontraré a mi Ameliè? te esperamos, en Montmartre a las ocho, un beso!!!

Fernando García-Lima dijo...

¿De qué obra de Breton es el fragmento? Me encanta, aunque l'amor fou me tenga abandonadillo.

j. dijo...

wow. no pudo haber llegado este texto en mejor momento.
GRACIAS

carlosasecas dijo...

Y si el amor no fuera loco... ¿dejaría de ser amor?
Un abrazo que, de tan orate, se siente paloma mensajera.