17.9.08

Punto de cruz

Estaba sentada en la escalera de un hospital. Mis dos amigos callaban sentados conmigo. No había nadie más, ni padre ni madre ni nadie más. Yo, abatida, acabé tumbada en el suelo con la cara entre las manos. Y seguimos esperando. Hasta que vino una mujer con el pelo rizado y sonriente que me dijo que la siguiera. Miré a mis amigos y sin decirnos nada, me tragué las lágrimas y me metí en quirófano.
Un foco enorme me cegaba y los pelos de la médica me impedían ver nada. Me inyectaron algo por el pecho y me hablaban, no sé ni de qué. Después de un tiempo prudencial cogieron un aparato muy, pero que muy feo, algo así como una aguja para elefantes, y me la clavaron en el esternón. Entraba y salía como si estuvieran cosiendo algo. Ellos seguían hablando y escuché algo así como "es necesario hacer esto para el niño". La sangre salía de la piel a borbotones y la aguja gigante se abría camino por la zona del corazón, como dibujando un cuadro a punto de cruz en rojo. Notaba tirante el pecho y unas molestias-cosquillas que me irritaban infinitamente más que cualquier dolor.Tuve ganas de moverme, me ahogaba, necesitaba rascarme, que pararan un rato... Y me desperté. El corazón latía a cien por hora, temblaba de arriba a abajo y tenía los miembros dormidos. Bajada de tensión, supuse. Fui a la cocina y cogí un dulce. Eran las cuatro de la mañana. Me pregunté qué querría decir el sueño (si es que significaba algo). Enferma estaba en el sueño y enferma me desperté. Me comí el dulce, la tensión empezó a reaccionar, pero no dejé de sentirme mal. Hasta las seis de la mañana seguí despierta.

2 comentarios:

Ego dijo...

El corazón y un Oniro estúpido.
Se te juntó todo, y había suelta una madeja.
Sobrevivirás.
Ya lo has hecho.
Un (b)eso...

Diego dijo...

Algo sé de no poder dormir después de un sueño. Qué bien lo has narrado. Un abrazo.