21.9.05
Literatura funcional, barata y a contracorriente desde una ventana
En la montaña mágica no podía más que recordar mi muerte en Venecia, hace poco tiempo. Hace más años me sentí como el joven Törless haciendo juego de abalorios. Supe lo bonito que era el amor, hasta en lo más crudo del crudo invierno en cumbres borrascosas y sin la ayuda de Jane Eyre, a la que nunca creí. Me enamoré de Julian Sorel y lloré en los hombros de Wherter. Supe que todo era cuestión de afinidades electivas y que siempre guardaría el centeno con Holden Caulfield. Pero empezé a vislumbrar que todo crimen tiene su castigo y que por muchas vidas que pasen seguirá poniéndome los pelos de punta las vías de un tren, sobre todo si está parada una mujer de negro mirándolas fijamente.
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3 comentarios:
Ah, buena la última oración del comentario de Mar: "Los libros empezaron en un momento perdido en la historia a salvar vidas". Y respecto de tu post, Simalme: ¡qué buen gusto literario! Espero podamos charlar pronto sobre El guardián entre el centeno, La muerte en Venecia, Crimen y castigo...
Ya, he leído tu sitio completito, te he dejado unos comentarios. Entraré por acá regularmente. Te dejo un saludo.
Pues muchas gracias, muy honrada. Espero tus visitas y que esa charla se dé. Yo también seguiré tu blog, un verdadero placer.
Idem, Matías. Me alegro de verte por aqui. Gracias.
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