28.1.06

Anecdotario ajeno

Una compañera de piso me contó que conoció a Goran Visjnic, el médico Yugoslavo de "Urgencias". Después de las consabidas bromas, y el lógico escepticismo, nos explicó cómo fue su historia, si es que la hubo...

Andrea, que así se llama mi amiga, es periodista. Un día su jefe le encargó la tarea más "pesada" que puede haber para cualquier mujer heterosexual, entrevistar a un mito erótico, en este caso, un actor. Ella reconocía que era atractivo, no lo podía negar, pero no soportaba los hombres vanidosos, y éste, por necesidad, tenía que serlo. Y no se equivocó. Cuando entró en el plató de la entrevista él la miró por encima del hombro, algo parecido a "sé que te tengo". Andrea se mofó de esa superioridad, así que se puso a pensar en cómo podría bajarle los humos a semejante especímen. Aunque, una vez planteado, se percató de la dificultad, por no decir imposibilidad, de cambiar algo ya tan asentado.
Se sentaron de frente, el fotógrafo se movía de un lado para otro intentando encontrar la foto perfecta, y la redactora se colocó detrás para controlar.
Por lo visto él era croata, familiares suyos murieron en la guerra, pero está afincado en Paraguay,por lo que habla español a la perfección.
El fotógrafo debe ser que ya encontró la foto perfecta así que, a la media hora, se marchó. Hubo un problema en un micrófono, se intentó arreglar y, al ver que pasaba el tiempo y no se solucionaba, la redactora les comentó que podían dejarlo para otro día, si querían. A él le daba igual, estaba de vacaciones y, para Andrea, cuanto antes se pasase todo, mejor. Así que, en medio de idas y venidas de los técnicos, siguieron, ahora por escrito, la entrevista. Al haber tanto ruido la redactora sugirió que entrasen en su despacho y continuase todo alli. Entraron los tres y él, en su faceta de seductor, se sentó en un sofá al lado de Andrea. Ella intentó zafarse pero, sabía que para la jefa, era mejor cuanta más intimidad. No tuvo más remedio que aguantar el tirón. Un tirón que se le hizo más y más fácil según pasaba el tiempo al ver ahora de cerca sus enormes ojos verdes que parecían pintados. En más de un momento dejó de escribir, sin darse cuenta, para observar, hipnotizada, el movimiento de sus labios al hablar. Una vez él se percató y, con la media sonrisa de los vencedores, le preguntó:
-¿Te ocurre algo?.- Esquivó su mirada y le contestó, entre balbuceos, que estaba resfriada, que no se sentía bien.
Al rato entró un técnico y le comentó a la redactora que el panel de sonido se había despolarizado. Ésta se despidió y aconsejó que la entrevista siguiera como si no pasase nada. Que no pasa nada. Qué difícil de imaginar esto por Andrea en ese preciso instante. Por todos los medios intentó terminar las preguntas, escapar. Y más largo se hacía.
Él se asomó a los cristales del despacho intentando averiguar qué había pasado. Su brazo se apoyaba en el de Andrea, y ésta, nerviosa, seguía automáticamente su interrogatorio, que él no escuchaba. Dejó de mirar a través de la ventana, fue a sentarse y coincidió con la mirada de Andrea, que se había cansado de hablar para ella sola. Se acercó a su oído y la preguntó:
- ¿Qué piensas?. -Sin saber ya quién era, y notando su aliento en los labios, le respondió:
- Llévame a Uruguay.
- No vivo en Uruguay.
- Es verdad, "Paraguashio". Da igual. LLévame a ver todo, Montevideo, Buenos Aires, el Cabo de Hornos, por mar. Dicen que el marinero que pasa por el faro del fin del mundo se pone un pendiente y escupe a favor del viento, mientras huele el aire gélido de la Antártida... Y dicen que el peor accidente para un argentino es caerse desde su ego... ¿Sabes que Lucifer es el que anuncia la primera luz del amanecer?. Significa "el que trae la luz". El ángel más bello, el más oscuro, y a la vez es el lucero del alba, que anuncia a Venus...
- Tendría que ir a Paraguay, divorciarme y venir a buscarte.
- Me da igual. Haz lo que quieras... - Y, cogiéndola de la cintura, se la sentó encima, sintió el latido de su cuello en los labios y le dijo:
- Mira al cielo. Arriba.- Ella levantó la cabeza hasta ver el techo.
- ¿Qué ves?.
- A Lucifer.

5 manías

- Empezar a leer el periódico por detrás.
- Hacer rabiar a mi gata.
- Llamar sólo cuando me llaman.
- Hablar deprisa cuando estoy contenta.
- Creer a todo el mundo bueno.

Lo siento, Juan Pablo, pero no creo que estas manías sean características de los españoles.

21.1.06

Amanece, que no es poco.

Habían quedado en el hipermercado. Estaba lleno de gente, eran las rebajas. Distraídamente, echaba un vistazo a cada estantería, pensando que ya estaba tardando mucho. Dos chicas comentaban que una tercera se había portado mal con ellas. Una abuela no sabía que comprarle a la madre del nieto que llevaba de la mano. Una niña de unos dos años, de ojos grandes y verdes, con dos coletas empinadas hacia arriba, corría de un lado para otro y chillaba. El padre, desesperado, no sabía qué hacer para frenarla. "María, no chilles". A la chiquilla le daba igual, berreaba, saltaba y tiraba todo a su camino. Ana se reía y no podía evitar seguir la escena del padre en apuros. Era un hombre de unos treinta y pocos años, castaño de ojos azules y tristes. Se dió cuenta de que era observado, miró, agachó la cabeza algo avergonzado, y la sonrió. En ese momento la niña le cogía del abrigo, se lo estiraba y le pedía gritando el nuevo peluche de Disney. Desaparecieron los dos, en busca de otro muñeco más barato, y Ana, aburrida, se sintió más sola. Suspirando salió a la puerta para ver si ya venía. No vió nada, cuando sintió una patada en la espinilla.
-Lo siento, lo siento. María, te he dicho que no hagas eso. Perdona, ¿te ha hecho daño?.
-No, gracias. No. -Se lamentó de haber dicho una frase tan inteligente...
En ese momento la llamaron por su nombre, por fin había llegado, se besaron y fueron hacia el coche. Volvió la cabeza, para ver si seguían allí. Él la estaba observando. Se miraron.
-Ana, ¿te pasa algo?.
-"No, gracias. No"...

Desde la ventanilla se dió cuenta de que esa noche había una luna roja y grande, como nunca, e imaginó que viajaba en ella, que le servía de balancín, y que huía de todo:

"Rescátame,
de este mundo sin sentido,
de estas mañanas vacías
de estos nervios gastados de forma
inútil.
Sálvame, sálvame, mil veces dicho,
que se rompa esta continuidad tenebrosa,
deja tu vida, tu país, tus penas
y tráelas, que remiende
con color alegría
tus esperanzas a las mías.
Llévame donde la locura no alcanza,
donde el mayor sacrificio sea placer,
donde las máquinas cobran vida
y el horizonte tenga tu nombre.
No dejes que sigamos perdidos,
dando vueltas en el laberinto,
escapándose los segundos
como arena en las manos.
Regresa donde nunca estuviste,
que toda una vida se te dedicará,
y amanecerá,
por tí..."

13.1.06

De a poquito

Esto no se lo conté nunca a nadie. Es una historia que me sucedió y que llevo dándole vueltas durante años. Así que la contaré.
Fui una tarde de hace unos años a natación, en pleno invierno, nevaba. Entré, como siempre, al vestuario, me puse el bañador, el gorro y a nadar. Había una chica de unos 35 años que parecía que no veía bien. Tanteaba el agua, daba vueltas alrededor de la piscina, hasta que se metió. Fue en busca de un hombre guapo, moreno, con un bañador negro, y se le agarró del cuello para el resto de la hora. Seguí nadando, pasó el tiempo y no supe más de ellos.
Meses después, me los volví a encontrar en la fiesta de la primavera. Ella iba con leotardos de corazones y flores, y él con blusa hawaiana fosforescente. Me vieron desde lejos, ni se me ocurrió pensar que se podían acordar de mi, así que cuando ví que se me acercaban, con intención de hablarme, me sobresalté. Me dijeron que me conocían, que eran amigos de mi ex-novio, que sabían que él me había dedicado un libro, que se llamaba como yo, y que me describe.
-¿Y cómo dice que soy?- pregunté, más desconfiada que contenta.
-No dice cómo eres, sino cómo eres tú en su vida, cómo cambió desde que te cruzaste en su camino, que está loco, que tiene hábitos extraños desde que te fuiste.
-¿Hábitos extraños?.
-Sí, se acuesta con todo lo que se le cruce por medio, hombre o mujer. Que no ve diferencia entre su rutina y tus recuerdos. Que se cabrea con los pájaros que le despiertan por la mañana, y maldice la primera luz del día. Que le gusta sentir en la espalda el frío de la pared mientras duerme. Lo primero que hace cuando va a acostarse con alguien es lavarse los dientes, pero siempre cuando ya están desnudos. Las noches de invierno se va solo al cine porno, aunque no duerma casi. Y va a todos lados con los walkman puestos, escuchando siempre la misma canción.
-Esos hábitos los ha tenido siempre.
-Sí, supongo. -Se quedó pensando, sin saber qué más decir, pero dándole vueltas a algo. Mientras, la chica de los leotardos excéntricos seguía agarrada a su cuello.
-Mira, no sé qué me queréis decir con esto.
-¿Sabes cómo se llama el libro?. "Suicidarse de a poquito".
-Es mentira. Todo esto es mentira. Él murió (quizá podamos escoger nuestra derrota). De hecho no existe. Ni vosotros tampoco. Y lo único que se llama "suicidarse de a poquito" es este relato. Pero...¿qué lo diferencia de la realidad?...

7.1.06

Untitled

Aparecieron de repente en la oscuridad. No sabían cómo habían llegado, ni dónde estaban. Cuando los ojos se acostumbraron a la escasez de luz, se dieron cuenta de que estaban en una casa vieja, grande y sin muebles. Al principio se creyeron solos, pero escucharon ruidos y notaron que había alguien más. Un hombre y una mujer, sin cara, ni edad, ni voz, sólo unas sombras. Anduvieron perdidos, tocando las paredes y rozando el suelo para conocer el enemigo, la casa. Cuando se cansaron de rastrear, sin atreverse a hablar, se sentaron, uno de frente al otro, a esperar.
Pasaron las horas, el frío arreció, acurrucados y ya sin hambre, a ninguno le venía el sueño. Recordaban y añoraban su vida anterior. Imaginaban dónde estarían en ese momento sus seres queridos, maldecían el azar horrible que les había separado de sus destinos y, por generalización, a la persona que tenían al lado.
Llegó una silueta, la mujer empezó a sollozar, la nueva sombra la abrazó y empezaron a susurrarse al oído. Él supuso que era su marido. No lo aguantó. La odiaba. Se sentía más solo que nunca, aparte, sin sentido. Deseó que muriese, que desapareciese, mejor aún, que desapareciesen los dos.
Ella lo oyó, y le preguntó que porqué pensaba eso. No lo sé, simplemente te odio. Y sin decir nada, abrió la puerta y empujó a su marido. ¿Porqué has hecho eso?. No lo sé. ¿Me odias?. Sí.
Se sentaron juntos, de lado,sin mirarse. Se acomodaron lo mejor que pudieron a las horas y la escarcha y, de nuevo, esperaron.
Por primera vez en diez días durmieron. Se despertaron alegres, con la sonrisa iluminada y vergonzosamente felices. Soñaron lo mismo. ¿Sigues odiándome?. Más que al demonio. ¿Ni siquiera te caigo bien?. Simplemente me das igual, no te veo la cara, eres un fantasma que ha evitado que mi vida siga. Sólo son fantasmas tu pasado, yo estoy aqui, tócame. ¿Quieres que te toque?. No. ¿Entonces?. No lo sé, mi cuerpo tiene más voz que yo, últimamente, creo. ¿Quieres que te toque?. Sí.
Acarició su brazo, besó el cuello de la nuca al hombro, pálidamente, despacio, casi etéreo. Te odio. Única carne y sol que tengo. Te odio hasta las entrañas. Todo mi cuerpo se asquea de no verte, de ser lo único todo en la oscuridad. Muérete feliz lejos de mi angustia.
Cada uno en un extremo de la casa, arrinconados, alargaban la mano hacia el pasado, queriendo huir y esperando.
Soñaron que su vida anterior era imaginada, que nacieron en una casa oscura y vieja, al lado de otra persona. Soñaron que trabajaban, desayunaban, dormían, pensaban, sentían, opinaban. Soñaron que no estaban en una casa negra y derruída. Soñaron que nunca existió la luz. Soñaron que podían elegir el sueño, y que no estaban al lado de una sombra, sino de más.

4.1.06

Recuerdo

Me levanto temprano, moribundo.
Perezoso resucito, bienvenido al mundo.
Con noticias asesinas me tomo el desayuno.

Camino del trabajo, en el metro,
aburrido vigilo las caras de los viajeros,
compañeros en la rutina y en los bostezos.

Y en el asiento de enfrente,
un rostro de repente,
claro ilumina el vagón.

Esos gestos traen recuerdos
de otros paisajes, otros tiempos,
en los que una suerte mejor me conoció.

No me atrevo a decir nada, no estoy seguro,
aunque esos ojos, sin duda, son los suyos,
más cargados de nostalgia, quizás más oscuros.

Pero creo que eres tú y estás casi igual,
tan hermosa como entonces, quizás más.
Sigues pareciendo la chica más triste de la ciudad.

Cuánto tiempo ha pasado desde los primeros errores,
del interrogante en tu mirada.
La ciudad gritaba y maldecía nuestros nombres,
jóvenes promesas, no, no teníamos nada.

Dejando en los portales los ecos de tus susurros,
buscando cualquier rincón sin luz.
"Agárrate de mi mano, que tengo miedo del futuro",
y detrás de cada huida estabas tú, estabas tú.

En las noches vacías en que regreso
solo y malherido, todavía me arrepiento
de haberte arrojado tan lejos de mi cuerpo.

A ahora que te encuentro, veo que aún arde
la llama que encendiste. Nunca, nunca es tarde
para nacer de nuevo, para amarte.

Debo decirte algo antes de que te bajes
de este sucio vagón y quede muerto,
mirarte a los ojos, y tal vez recordarte,
que antes de rendirnos fuimos eternos.

Me levanto decidido y me acerco a ti,
y algo en mi pecho se tensa, se rompe.
"¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?"
Y una sonrisa tímida responde:

"Perdone, pero creo que se ha equivocado".
"Disculpe, señorita, me recuerda tanto
a una mujer que conocí hace ya algunos años".

Más viejo y más cansado vuelvo a mi asiento,
aburrido vigilo las caras de los viajeros,
compañeros en la rutina y en los bostezos.