30.5.06

Tres eran tres

Tres eran tres los que se conocieron y se separaron. Tres eran tres, por no decir cuatro, o cinco, los personajes de esta historia.
El primero es un niño risueño, inteligente, buen hijo y alumno, pero odiado por sus iguales. Se debe a sus deberes, escolares y fraternales, para rellenar el hueco de no tener amigos. Cada vez que se acerca a alguien de su clase, le espantan como se espanta a una cucaracha. Y él, cabizbajo, va a recoger a su hermanito pequeño, y a limpiar el salón, y cocinar para mamá, para expiar su culpa. Pero mira hacia delante y todavía queda mucho, todo va tan mal que sólo puede mejorar. Se imagina cuando tenga 9 años, y 13, 12, 14 en todo caso, nunca más, aún queda mucho, y sonríe. Él será alguien importante, médico, salvará vidas, tendrá una casa enorme y sabrá conducir rápido pero sin poner en peligro a nadie, y todo el mundo se lo agradecerá, todos le tendrán mucho que agradecer.
Una adolescente fea, bizca, con la espalda en forma de interrogación y piernas como palillos se siente igual mujer. Sale de su casa arreglada, pintada, con sus mejores galas y, a la vuelta de la esquina ya el primer insulto. Agacha la cabeza, se le saltan las lágrimas, pero no, ya está cansada de eso. Ve pasar a una chica de su edad, que enseña un piercing en el ombligo y una piel radiante. Quiere morirse. Le daría igual si no se metieran con ella. Alguien habría que la viese guapa. Si gustan los pelos cardados, los pechos operados, las cejas depiladas en un hombre, "Los vigilantes de la playa", la moda gótica, pincharse agujas en la lengua...¿porqué no iba a gustar ella?. Pero lo cierto es que pasan los años y es verdad, no gusta a nadie. Escribe a páginas de contacto y nada. Sale a la discoteca y nada, se acercan a sus amigas, a ella no. Repite para sus adentros que daría un brazo, o una pierna (por muy feas que las tenga) para saber qué se siente siendo guapa un sólo día. Notar que te miran con deseo, que te hablan sin palabras, que cuentas en sus vidas. Y hace cálculos mentales, sumando atributos que le faltan y restando defectos que le sobran, de cómo sería. Si por lo menos fuese intelectualmente especial...pero a quién va a engañar. En ese tema la mediocridad es su medida. ¿Qué le queda?.
Él es un hombre atractivo, con ciertas canas ya en su mata de pelo negro lacio. Ahora vive solo en un piso pequeño, pinta cuadros abstractos (no tiene talento para los figurativos) y va a todos los lados de la ciudad en autobús urbano. Sale con mujeres y llega a lo que quiere con ellas, nunca le han puesto barreras, incluso con casadas o menores que él. Sus amigos le quieren y envidian por partes iguales. Ellos soportan la carga de hijos, hipotecas y jefes desalmados. Pero no saben que es él el que les envidia. Llega a su casa y conversa con el ruido del silencio. Suelen tratar temas del pasado, de ilusiones que se rompieron, del dolor que hay tras la puerta de la lucidez, la inmensa soledad que rodea las relaciones sociales, excepto una, y cómo se van colando los segundos por el sumidero del tiempo, con el único testigo de algunas fotos y objetos de otros años de los que, poco a poco, se ha ido librando.

Un día cualquiera el pintor tuvo que dejar sus labores y dedicarse a la formación. Tras su aburrida exposición del aburrido arte abstracto cogió sus papeles, que sólo adornaban su rol de profesor por un día y se dispuso a volver a su casa en el autobús. Ese día algo olía mal en el ambiente, sudor, ya era cerca del verano, o ruedas sobrecalentadas. Lo cierto es que adoptó el rictus de Haníbal Lecter y, sin darse cuenta, lo llevó con él mientras miraba la espalda jorobada de una adolescente. Ella pareció darse cuenta, volvió la cabeza y, al interpretar esa mirada como le habían enseñado, sin saber cómo, se puso a llorar. Él se conmovió, nunca había visto nada tan bello. Se acercó a ella y le puso su mano en el hombro. Como un padre, se dijo él. Como un enamorado, pensó un niño que lo vió todo. Y, sin saber porqué, también se puso a llorar.
"No te preocupes, no le pasa nada".
"Es que voy a ser médico y debería saber qué le pasa".
"No, tú no vas a ser médico, vas a ser artista, eres demasiado sensible".
"¿Y voy a ser feliz?".
"No, eso no. Un artista nunca es feliz".

Tres eran tres, por no decir cuatro, o cinco, los personajes de esta historia. Tres eran tres los que se conocieron y se separaron...¿O no?.

13.5.06

Siddartha

Cuenta la historia que hace años estaban dos amigos en un bosque a la hora en la que los gorriones empiezan a buscar donde reposar sus plumas en el frio de la noche. Uno de ellos era alto y delgado, de hombros anchos. El otro, más bajito y fuerte, era de cara aniñada. Éste decía:

- No me quería. Nunca me quiso. Hubiera preferido estar con alguien a quien no amase, pero que se hubiera preocupado por mi, y no me hubiese tratado como escoria. Ahora me siento el último ser del mundo, inútil, destrozado.
- Hay personas que no saben amar, porque siempre se querrán a ellos más que a nadie. Sus relaciones son un mero pretexto para demostrar que son superiores, que dominan a alguien. Pero a mi me dan pena. Es peor que nada esté dentro de tus expectativas, que siempre exijas más, y sentir que te falta algo, que ser abandonado. El abandonado ha sido feliz en los instantes en que el otro le ha correspondido, aunque sean flashes nada más. Pero el otro...el otro siempre será infeliz. Después de todo, agradecemos que nos abandonen...Es la mejor manera de darnos cuenta de todo lo que hemos amado.
- Pues yo no me alegro de de que me hayan dejado. Me duele...algo...físico. Nunca había sentido tal dolor, tal desesperanza.
- Sí, pero...si pudieras, ¿cambiarías el haberla conocido?.
- Sí...bueno...la verdad es que no. Y tú, ¿has tenido experiencias de este tipo?.
- De todos lo tipos. No quise andar sin antes conocer todos los caminos. Me encontré sólo, pobre y confundido.
- Pero habrás aprendido mucho.
- Sólo una cosa. Que sigo buscando... Que buscar no es un medio, sino un fin. Da igual los caminos que conozcas o hayas dejado atrás. Seguirás sin encontrarlo.

El amigo con cara de niño sonrió melancólicamente, pero esperanzado, observó una piedra que había a sus pies, la pateó, y juntos se fueron hacia el río. Se montaron en una barquichuela vieja, cogieron los remos, dejaron sus petates en la orilla y, uno enfrente de otro, fueron haciéndose más y más pequeños, hasta que se confundieron en el horizonte.

5.5.06

Monólogo ajeno

Estoy cansado de que la vida me lleve. Mi padre me pedía que le ayudara en las cosas de casa, y yo me quedaba plantado frente al televisor sin saber qué hacer. Me quejaba de todo, no alcanzaba nada, todo me iba muy alto. Siento que nunca estaré preparado para nada, ni marido, ni adulto responsable, ni nada. Sí, es verdad, lo he hecho, pero ese no era yo. Me ponía el chip de sonrisa de cartón, de fingir, y pasaba un día como se pasan las hojas del calendario, triste por ver cómo van quedando menos, y alegre por arrancarlas. Así que no tuve otro remedio. Me cansé de poner nombre, e incluso, palabras bellas a mi desidia, y me fui. No, no fui valiente. Simplemente, me quedé sin excusas para seguir arrastrando las horas así. Nadie me ha dado nada, he dormido en bancos, no quiero pedir dinero a mi padres, he comido de caridad, nunca lo he pasado peor, ni nunca supe hasta qué punto puede llegar a ser puta la vida. Pero ahora todo me habla de tú. Todo es mío, el viento, la lluvia, el sol, los niños que me miran y se ríen, e incluso los cabrones que me pegan palizas. Todo me concierne. Todo soy yo. No pienso. Cada día es distinto. Y no, no escribo, no tengo tiempo más que para vivir.