Si contase todo lo que tengo que ver en el trabajo algún día... Contaría que hay tres niños de cuatro años, predelincuentes. El primer día que entraron corrían detrás de los demás para pegarles. Tiraban las sillas por el suelo, chillaban, intentaban saltar por la ventana y...bueno, ahora sólo quieren que les coja, les bese en la frente y con voz calmadita les diga que se están portando muy bien. Y, lo más raro, no se aburren de estar conmigo. Jose es muy sensible y llora si le dicen que tiene menos años de los que tiene. O si se ríen del corazón en forma de círculo que ha dibujado en la pizarra. Me cuentan los padres que desde el día antes ya les va recordando que tiene que ir a clase conmigo. Ya ves tú, para lo que hace... Perseguirme. De vez en cuando coge un cuento de Teo y lo mira fascinado. O va por las paredes leyendo para sí todo lo que ve. La semana pasada se me acerca y me pregunta que dónde está la W. Resulta que están las letras del abecedario colgadas de un corcho. Pero la w no estaba. Y el pobre llevaba media hora buscando. Tiene tres años, parece increíble. Leyó un texto de ciencias naturales de primaria y llegó a pronunciar perfectamente "oxigenación". Es mi niño, mi pequeño escritor...
En las otras clases, con los más mayores, es distinto. Ellos son los que te cuentan anécdotas de los otros profesores y te preguntan dudas. Supuestamente iban a acabar las actividades esta semana. Pero a última hora decidió apuntarse un chaval nuevo. Más raro que un perro verde. Lo primero que me dijo es que mejor que no viniese nadie más, que a él no le gustaba la gente. Tiene 17 años pero parece mayor que yo. Excepto en cómo se comporta, todo el rato contando chistes malos o sacando temas que no vienen para nada a cuento...
Y de mis enfermitas qué voy a decir. Que no tienen nada de enfermas. Son adolescentes que están perdidas, como todos estuvimos (y aún estamos). Una está hecha polvo porque su novio le ha puesto los cuernos. Pero claro, ella quiere volver con él y no sabe qué hacer. Daría un brazo para saber si lo repetiría. ¿Y qué digo yo ante eso?, si nadie se ha logrado responder esas preguntas por mucha edad que tenga... Mira, tienes que elegir, lo que te hace sufrir es estar entre dos caminos, ni disfrutas de tu libertad porque le recuerdas ni vuelves con él. Píensalo a fondo, qué es lo que quieres, qué riesgos quieres asumir y toma esa decisión como la única que hay y olvídate del resto. ¿Qué le voy a decir, que es normal sentirse solos, que tarde o temprano ese chaval le dará igual, como todos, que el amor no existe, que sólo es una creación y que no se puede sufrir por algo que no existe y que tiene los días contados?¿cómo voy a decir todo eso si yo misma no lo sé?
A la otra muchacha le sudan las manos a chorro limpio. Es muy guapa pero se meten con ella en el instituto. A la gente le da asco. Tiene que ir siempre con un pañuelo en la mano para no empapar nada. Está exenta de hacer dibujo porque moja y arruga todas las láminas. La primera vez que la profesora vio eso casi le llama guarra. Ella, casi llorando, le explicó que era una enfermedad, que no podía evitarlo. Desde entonces le pone siempre buena nota en la asignatura (sin hacer nada).
Y después de algunos buenos días, con sol y calor, ahora mismo hace frío y llueve. Las margaritas parecen no haberse dado cuenta, siguen igual de relucientes buscando al sol. Los pájaros no dejan de hablar y moverse, como si aún hiciese buen tiempo. Parece que aún nadie se ha dado cuenta de que el día está gris. Sólo yo.