18.7.06

Lletraferit

La prueba de que soy una "lletraferit" (herida por la palabra) es lo de Toribio.

Mi pueblo está lleno de una frase en rojo, negro y blanco, según el sitio, escrita en forma de graffiti. En algunas paredes puedes encontrártela hasta unas diez veces, sobre todo por el centro y determinado barrio relacionado con la historia. Esa frase, cuando llegué nueva la repetía y repetía mentalmente e incluso, a veces, en voz alta, "Toribio maricón, Toribio maricón". Me sonaba bien. Para mi, este pueblo era eso, "Toribio maricón". Y cuando daba una vuelta a una calle, o entraba en una que todavía no había visto imaginaba el "Toribio maricón" de rigor, y me preguntaba si en esa calle habría más, eso significaría que cerca se cocía algo de la historia o si, por el contrario, sería de las pocas calles en las que tendría que buscar, no sin ansia, hasta encontrarlo.
Llegué a hablar con una amiga de la frase, qué significaría, a quién le habría dado por escribirla por todas partes y, sobre todo, cuál era la causa. Pero no llegaba a ninguna conclusión. Hasta que hablé con un amigo cuya familia es de aquí desde hace generaciones, y me comentó que Toribio era un homosexual en los años setenta que no reconocía su condición. Se enamoró perdidamente de un hombre que le correspondía, estuvieron juntos cinco años, siempre ocultos y de manera clandestina, paseándose por los pueblos de al lado para que no los conocieran. Hasta que un mal día, Toribio encontró a la mujer de sus sueños (en este caso es para los padres) para casarse y, ni corto ni perezoso, meses después se casó con ella, y empezó a llevar una vida de lo más políticamente correcta, con su trabajo, su coche, su móvil (bueno, móvil no, todavía no existían), su mujercita... Y dejando a su antiguo amor, y eterno, en el camino. Cuando éste se enteró de que la cosa iba en serio, de que Toribio nunca iba a reconocer su condición sexual y de que le iba a abandonar, cogió un spray fosforescente, bueno, varios, y de varios colores, y anduvo meses y meses escribiendo por todas las paredes del pueblo "Toribio maricón". Claro está, todos se enteraron, por fin, y Toribio se fue. Lo que nadie sabe es si se fue con su mujer, su amado, solo o a qué.
Duró décadas el recordatorio de nuestro Toribio, hasta que, un día y un alcalde nuevo, mandaron borrar cualquier vestigio de la frase. Me levanté y me dí cuenta de que ya no había ningún "Toribio maricón" en las paredes. Todo estaba más limpio, más moderno. Pero a mi me entristeció que Toribio, por fin, pudiera hacer lo que quisiera de su condición sexual y que, al fin y al cabo, el tiempo acaba borrando todo, amores, historias, nombres, condiciones y palabras.

2 comentarios:

Rodolfo N dijo...

Que buena historia.
Perdòn, pero yo dirìa que el tiempo no borra , tapa ,oculta, adormece, no?
Tanto es asì, que tapado y todo aùn vos y cualquiera de nosotros que te leimos, veremos el graffiti.
Cariños

simalme dijo...

Es verdad, Rodolfo, tapado, sepultado como por la arena del tiempo, es verdad...