Solal es una fuente de energía con la que no todo el mundo puede luchar. Como la insulsa Aude, la que prefiere al Solal rico, teatral y falso. A partir de ahi él no puede dejarse ver tal y como es, aprende la lección, y con Arianne (de aria, contraria a él, judío) hará el papel a la perfección, sin mácula. Pero su lucidez inmensa no puede más que asquear del asunto, sabiendo que no es él, que hay que elegir pasión a ternura para no perder, para que la obra salga bien. Rehogada de vez en cuando con un poquito de enfado, de excentricidades, para no habituarse a la rutina, para no darse cuenta del aburrimiento existencial, de lo falso que es todo, y de que el amor no existe. Pero él reniega de todo esto. Sabe que es el único modo de mantener en escena la función, pero esta conciencia no le deja siquiera disfrutar de ello. Extranjero en todos los sitios y países, sólo se ve aceptado tal cual es por una enana judía que le cura las heridas de una paliza que le dan unos nazis. Por su abuelo centenario y demenciado, con momentos de lucidez que ponen a todo y todos en su sitio, con el que acaba vistiéndose de rabino, rezando delante de todos los cristianos, afirmándose en sus raíces, y exponiéndose a las burlas y expulsiones de los correctos y adecuados calvinistas. Todos sabemos que ninguna mujer logra conocerle, en el fondo ninguna quiere, sólo buscan quedarse con sus adjetivos positivos. Busca algo más fuera de su círculo, pero al final, después de haber vivido todo lo visible y lo invisible, la imagen que llena su conciencia es él de pequeño, en su isla mediterránea, con sus paisajes, amigos y juegos, percatándose de lo poco que significan todas sus mujeres, sus anhelos y sus trabajos.